La Tolerancia.[1]

Un enorme saludo a mis queridos cómplices de lecturas. En nuestro breve manual de ética hoy trataremos la última virtud, para luego pasar a otros temas. Esta vez, les comparto la tolerancia. Como siempre que se escribe, vamos a intentar hacer arte con las palabras

¿QUÉ ES LA TOLERANCIA?

La tolerancia se ha convertido en una de las virtudes más necesarias para la vida en común. Ella consiste en el sincero respeto de las convicciones ajenas cuando difieren de las nuestras. Veamos, todos tenemos cosas que son importantes, pero sucede con frecuencia que para otros no. O ese «valor» lo viven de otra manera. Aquí es donde aparece la tolerancia, que permite vivir en sociedad. En este aspecto, la tolerancia es una forma de manifestar el respeto hacia el otro que posee costumbres u opiniones diversas de las mías.

Avancemos, la tolerancia se opone a dos vicios opuestos: el fanatismo y la permisividad. La sociedad debe tener en claro que no se puede matar, agredir o discriminar a nadie por sus convicciones. Esto es innegociable. Al mismo tiempo, recordemos que tolerancia no quiere decir desinterés por la verdad, ni por las personas.

Un ideal de toda convivencia es la comunión, pero este valor es muy difícil de lograr. Los motivos de tal dificultad son: 1. Muchas cuestiones no son evidentes. 2. Todos tenemos demasiadas subjetividades dando vuelta. 3. Hay maneras de comportarse que chocan con otros. Por tanto, si lograr la comunión es muy arduo (honestamente, pocas veces la vi en mi vida), intentemos al menos ser tolerantes. Esta virtud, a la larga nos predispone a buscar la comunión y a una valiosa igualdad en los vínculos. Una cultura tolerante, a la larga concluye en una cultura que promueve la igualdad. Asimismo, nos ayuda en la búsqueda común de la verdad. Ahora bien, ¿La tolerancia tiene límites? Sí. ¿Cuál es? Si un discurso o una actividad atenta contra la dignidad humana, eso ya no tiene espacio en una sociedad sana.

Si miramos la historia, advertimos que la progresiva aceptación del principio de tolerancia ha permitido el surgimiento de la libertad de conciencia, de expresión y la libertad de estilos de vida. Frente a los muchos que la atacan, la defendemos ya ella ensancha los horizontes de la libertad.

¿Cómo se es tolerante? El tolerante no se enfurece, ni se «enferma», ni se mofa de las costumbres y convicciones ajenas. Por el contrario, la tolerancia nos lleva a ser considerados con los otros. Algo tan simple… y tan difícil. Conduce a ser discretos, a no «meterse» en la vida del prójimo, ya que nosotros no somos jueces de los otros.

LA INTOLERANCIA.

Ella genera «grietas». Palabra tan de moda. La intolerancia hace que cada grupo se vea como el único bueno. Les pongo un ejemplo de la política, pero podría tomarlo de muchos otros lugares. La derecha acusa a la izquierda de corrupción e hipocresía. Dicen defender al pueblo y les acusan de llenarse los bolsillos del dinero público. Sabemos que en muchos casos esto es verdad. Según el grado de violencia, acusan al «populacho» de la izquierda. A su vez, la izquierda incrimina a la derecha y a los liberales de corruptos que cometen negociados escudándose en el nombre de la eficiencia y la libertad. Que muchas veces también es cierto. Sería la corrupción de los «pulcros». Pero, a lo que vamos, es muy difícil que cada grupo combata o declare sus propias envilecimientos. O que vean la parte buena del otro.

Como vemos, cuando los grupos son intolerantes sólo buscan fagocitar al otro… o excluirlo. No hay intentos de inclusión o de integración en una diversidad. La intolerancia niega la alteridad o la empobrece. Hurta el sentido de alteridad. Es decir, no la quiere ya que desea que el otro se mimetice con uno. El intolerante enarbola discursos que pretende darle alcance universal. Como vemos, un mundo regido por la intolerancia es un mundo gobernado por el miedo y la prepotencia.

En el siglo XXI nos sorprende esta reaparición de grupos intolerantes, cuando pensábamos haber hecho progresos en materia de libertad religiosa, de democracia y de estilos de vida.

En mi vida he conocido gente muy intolerante, y después de un tiempo, francamente (y permítanme el humor), es mejor escucharlos roncar que hablar. Incluso esto es poco inteligente, ya que al empeñarse malamente en que todos piensen como él, suelen crear un efecto contrario. Cuando las personas se sienten presionadas o agredidas, menos modifican sus ideas. Y si a la intolerancia se suma la violencia, estas personas pueden terminar siendo «carne de presidio». Así que mejor, tomemos otro camino.

La tolerancia es una conducta ética deseable.

Es una virtud moral, pero con una fuerte base intelectual. Ya que es tolerante el que trata de «comprender» las razones de los demás. Requiere apertura mental, sin lugar a dudas.

La tolerancia produce en las personas disposición hacia la acogida, la hospitalidad. Nos hace capaz de recibir e incluir al extraño. Esa asimilación es activa en un doble sentido: en primer lugar, porque los sistemas tolerantes, con el fin de acoger y de aceptar al distinto, no temen reorganizarse y modificarse. Ésa es precisamente la diferencia entre la tolerancia y la simple capacidad de aguante. «Soportar» al otro es mantener al divergente en la periferia del sistema. Lo mismo ocurre con la indulgencia piadosa que deja al extranjero vivir o pasar, con la condición de que no afecte a la «integridad maciza» de quien se cree dueño de la verdad. En estos casos, la organización ejerce una intolerancia disimulada. Porque permanece inalterable y lejano frente distinto. Por eso digo que el que simplemente soporta o el que ignora al otro, no es tolerante.

La tolerancia se mide por la capacidad de escucha, e incluso de absorber, de asumir las ideas válidas que provienen de otras experiencias. Cuando hablo de tolerancia, en un sentido estricto, hago referencia a la capacidad de exponer, de arriesgar las propias ideas, frente a la eficacia de otras razones. Y si veo que el otro tiene mejores opciones que las mías, las asumo. Como ven, la tolerancia nos permite evolucionar.

Una sociedad tolerante es la que está interiormente dispuesto a acoger a sus miembros que proponen formas distintas de ser. Se los acepta, aunque en muchos casos uno no asuma sus costumbres. El nuevo grupo convive sin ser rechazado ni se le entorpece su funcionamiento. Esta tolerancia potencia la vida. Si me permiten que les comparta recuerdos. Les diría que generalmente me formé entre personas intolerantes. En mi ciudad natal, Luján, fui a un colegio de Hermanos Maristas. El clima reinante era de un cristianismo católico nacionalista, con poca capacidad para asumir la diversidad. Un poco esto lo contrapesaba mi madre que sin ser la tolerancia caminando, era más abierta de mente.

Motivos para ser tolerantes.

Se pueden señalar varios:
1) La dignidad de la persona humana. Este es el principal. Es indigno del ser humano ser forzado a creer o ser obligado a no creer. Es indigno forzar a la gente para que acepte tal o cual idea. El ser humano únicamente debe ser conducido por el honesto ejercicio de la persuasión y del diálogo respetuoso.

2) Muchos realidades son opinables p. ej. la política partidaria; los gustos y las preferencias Por tanto, no tiene sentido agredir al que tiene otra opción, hasta es ilógico sostenerlo. Por ej. Hay países donde las personas se golpean por pertenecer a un equipo de fútbol diferente. Pero la verdad es que si todo el mundo fuese de un solo equipo, se acabaría el fútbol. «Elemental, mi querido Watson».

3) La verdad es objetiva, pero los seres humanos tenemos sólo una parte de ella. Sumemos que muchas veces nos equivocamos en nuestros juicios o conceptos. Por tanto, las afirmaciones se deben proponer con gran humildad. Sostengo que la verdad es objetiva (aunque mucha gente no lo comparto, lamento desilusionarlos, pero es mi convicción). Ahora bien, el hombre la suele hallar progresiva y evolutivamente. La verdad se «da a luz» lentamente.

4) Se debe respetar la libertad humana.[2] Inclusive, cuando la persona objetivamente se equivoque o falla. Si bien el error no tiene derechos, la persona que yerra sí tiene derechos («el error no tiene derechos» era una frase bastante utilizada por la extrema derecha latinoamericana para tortura y matar personas). El diálogo inteligente y afectivo acerca más a la verdad que la prepotencia y la violencia. 5) Otro motivo a favor de la tolerancia es que la sociedad del siglo XXI es pluralista. Es un hecho que en un mismo lugar conviven gentes de muy diferentes costumbres. Por tanto… ¡la tolerancia nos ayuda a convivir! Antes de pasar al punto siguiente me preparo un café.

La tolerancia implica comprensión.

La tolerancia implica comprensión. Los individuos están unidos entre sí por múltiples relaciones: familia, barrio, educación, amistad, dependencias del trabajo y así sucesivamente. Pero cada persona tiene su propio centro, que refiere hacia sí sus experiencias y actividades. Asimismo, en cada cual actúan también fuerzas hostiles a la vida ajena, que hacen difícil la convivencia y aun la destruyen. Todos tenemos alguna área intolerante en nuestra vida. Es parte de nuestras «sombras».

Una manera de volver a sanar las relaciones es ser compresivos. De este modo se termina haciendo un juicio más benigno o menos malo del otro. Comprensión es la capacidad de percibir que detrás de un sentimiento que se muestra, detrás de una disposición de ánimo que se expresa, detrás de una acción, muchas veces suele haber otras cosas ocultas… y quizá otra más detrás de ésta.

La auténtica tolerancia comprensiva nos hace avanzar aún más. Por ejemplo, si alguien se pone brusco en un momento determinado, la comprensión significa ver cómo ese sentimiento encaja en el conjunto de su ser. Cuando una persona saturada de problemas se pone brusca porque no sabe cómo pedir ayuda, es diferente al violento que ejerce la fuerza para imponer su voluntad.

También se debe comprender su relación con el tiempo. ¿Por qué ése es tan asustadizo? Porque antes le hicieron daño… ¿Por qué es tan desconfiado? Porque le han engañado muchas veces… ¿De dónde le viene su dificultad de sentir el dolor ajeno? Ha encontrado en su vida poca comprensión. Por eso la comprensión significa reconocer cómo la hora actual procede de su historia.

Todo esto no es fácil y no se trata de cosas sencillas. Como me decía una vez un juez penal, un tanto exagerado, «si yo fuera tan comprensivo, nadie iría preso». No llevo el argumento a tal extremo. Pero sí que hay mucha gente que se ha criado o que vivió por años situaciones enfermizas. Y el pobre queda como queda. La tolerancia compresiva es muy curativa en esos casos. Pero esto implica que realmente me importe la gente y que le demos tiempo para que progresivamente puedan y quieran descubrirnos su misterio.

La tolerancia implica comprensión.

Los individuos están unidos entre sí por múltiples relaciones: familia, barrio, educación, amistad, dependencias del trabajo y así sucesivamente. Pero cada persona tiene su propio centro, que refiere hacia sí sus experiencias y actividades. Asimismo, en cada cual actúan también fuerzas hostiles a la vida ajena, que hacen difícil la convivencia y aun la destruyen. Todos tenemos alguna área intolerante en nuestra vida. Es parte de nuestras «sombras».

Una manera de volver a sanar las relaciones es ser compresivos. De este modo se termina haciendo un juicio más benigno o menos malo del otro. Comprensión es la capacidad de percibir que detrás de un sentimiento que se muestra, detrás de una disposición de ánimo que se expresa, detrás de una acción, muchas veces suele haber otras cosas ocultas… y quizá otra más detrás de ésta.

La auténtica tolerancia comprensiva nos hace avanzar aún más. Por ejemplo, si alguien se pone brusco en un momento determinado, la comprensión significa ver cómo ese sentimiento encaja en el conjunto de su ser. Cuando una persona saturada de problemas se pone brusca porque no sabe cómo pedir ayuda, es diferente al violento que ejerce la fuerza para imponer su voluntad.

También se debe comprender su relación con el tiempo. ¿Por qué ése es tan asustadizo? Porque antes le hicieron daño… ¿Por qué es tan desconfiado? Porque le han engañado muchas veces… ¿De dónde le viene su dificultad de sentir el dolor ajeno? Ha encontrado en su vida poca comprensión. Por eso la comprensión significa reconocer cómo la hora actual procede de su historia.

Todo esto no es fácil y no se trata de cosas sencillas. Como me decía una vez un juez penal, un tanto exagerado, «si yo fuera tan comprensivo, nadie iría preso». No llevo el argumento a tal extremo. Pero sí que hay mucha gente que se ha criado o que vivió por años situaciones enfermizas. Y el pobre queda como queda. La tolerancia compresiva es muy curativa en esos casos. Pero esto implica que realmente me importe la gente y que le demos tiempo para que progresivamente puedan y quieran descubrirnos su misterio.

 

 

TOLERANCIA POLÍTICA E IDEOLÓGICA.

Sería ingenuo pensar que la intolerancia se agota en el terreno religioso. El fanatismo política ha producido «montañas» de muertos, de torturados, de encarcelados, de calumniados; ha financiado campañas electorales sustrayendo fondos públicos destinados a otros fines; ha promovido fraudes electorales sin que se les caiga un pelo. Ha llenado de odio a millones de seres humanos. Evidentemente, que esto se ha desarrollado con distintas intensidades en diversas épocas y lugares. Pero no ha desaparecido. ¡Si les contara…! Creo que la política se vuelve intolerante especialmente si detrás está el amor al poder y al dinero (igual que la intolerancia religiosa). Si hacemos una análisis histórico vemos que en esta postura sectaria alguna vez (o muchas), han caído los partidos de derecha, de izquierda y los liberales… en esta área, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Todos podemos mejorar.

Recordemos que el pluralismo político es la base de la democracia, y justamente, la tolerancia es el clima favorable para que se dé honestamente. Además muchachos, diversidad política no significa odio político. Diversos pero no adversarios. Se debe buscar un pluralismo real construido sobre igualdad de oportunidades. Sino se caería en la formalidad de aquellos países donde los partidos que más dinero tienen, son prácticamente los únicos que aparecen y manejan los MCS.

Lo cierto es que los seres humanos tenemos la tendencia a ver como aberrante que se mate o torture a los que son de nuestro bando. Y se tiende a minimizar, justificar u ocultar los males cometidos por el propio grupo. Lo que debe quedar bien en claro es que la tortura, la manipulación, el terrorismo, la represión ilegal es mala la cometa el grupo que sea (derecha, izquierda, capitalismo, creyentes, ateos, etc.). La sociedad toda debe condenar estas prácticas, puesto que ya es hora de que dichos delitos formen parte de una condena pre-ideológica: toda persona debe considerar delictivas e inmorales estos métodos.

A veces captamos intolerancias entre regiones de un mismo país. Intolerancia entre países. Que cada tanto rebrotan. Es evidente que la tolerancia exige cierta autocrítica. Vaya aquí un sentido homenaje a los millares de políticos que han sabido poner tolerancia y justicia en sus gobiernos. Ellos hacen lo que llamaríamos «la buena política».

Como siempre, antes de concluir hagamos algunas preguntas: ¿Me crie con personas tolerantes o intolerantes? ¿En qué áreas soy un poco más intolerante? ¿Cuál es mi aporte para lograr familias, asociaciones y países más tolerantes?

[1] Cf. AAVV. La Tolerancia. Madrid. Cátedra. 1993; CAMPS, Victoria. Virtudes Públicas. Madrid. Espasa Calpe. 1990. 73-90. MARCUSE, Herbert «La tolleranza repressiva», en WOLFF, MOORE, MARCUSE, Critica della tolleranza. Turín. Einaudi.1968; GUARDINI, Romano. Una ética para nuestro tiempo. Madrid. Cristiandad. 3° edición. 1982. 114-123.

[2] Si me permiten, en esta nota quisiera compartirles un simple resumen que hice del breve tratado Sobre la libertad (1859) de John Stuart Mill (1806-1873). Es una entusiasta de­fensa de la libertad individual. Proteger las libertades indi­viduales significa proteger al individuo de las intervenciones y opresiones de la sociedad. La pri­mera y fundamental libertad es la de conciencia y expresión. Es el derecho a no estar obligado a pensar y sentir como la mayoría o según la opinión dominante. Stuart Mill sostiene que la individualidad es un valor, es básica para el bienestar. Por tanto se debe proteger y promover. El ámbito de la liber­tad humana está constituido por aquel dominio que afecta a cada uno más directamente. Estas áreas son: 1) Pensar y expresarse. Esto lleva a la libertad de opinión (política, científica, moral, teológica). 2) Libertad de gustos y de formas de vida. Para organizarse a cada uno como le plazca, sin que nadie tenga derecho a censurar los gustos pri­vados. 3) Liber­tad para unirse a otros con el fin que sea. En resumen, la libertad de conciencia se materializa en la libertad de expresión y de opinión. Ésta da lugar a la libertad de gustos y formas de vida; la cual se extiende a la libertad de reunión o asociación. El límite que establece Stuart Mill es el daño que puede derivarse a otros de tal derecho. En caso de daños a terceros, la autoridad debe actuar.

[3] Cf. El cristianismo y su vínculo con la paz, los derechos humanos y la ecología. Bs. As. Editorial GRAM. 2015.

[4] Cf. Cartas sobre la tolerancia. Gouda. Holanda. 1689. Tra­ducción castellana. Grijalbo. Barcelona. 1975.

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